08. No prejuzgaras (J.Bertini)
Al igual que el virus de la gripe, que te eleva la temperatura corporal hasta el delirio, este bichito mal parido se introduce en tu mente y te lleva a pensar cosas que en condiciones normales uno igual lo haría, pero con más culpa y menos excusas.
Es así que cuando uno está poseído por este no tan extraño virus social, le sobrevienen pensamientos insólitos y hasta se diría que ridículos. En mi caso por ejemplo, me cuesta asociar a un proctólogo con el arte culinario. Esta tendencia mía a sacar falsas conclusiones, me lleva a concluir que ambos oficios no son compatibles, limitándole quizás, al pobre hombre, una genuina y legítima vocación. Es más, este prejuicio liviano y malicioso puede llegar al punto de hacerme perder la oportunidad de probar un exquisito manjar de su confección, por el simple hecho de suponerlo un profesional poco adepto a la necesaria higiene personal.
Ocurre lo mismo con un mecánico de Pompeya, a quien prejuzgo incapaz de resolver un intrincado apotegma renacentista sobre ética cristiana. La nimia ocurrencia de que me reciba con un ronco y cortante "Qué hacé mami?, me conduce a esta supuesta falacia.
Me surgen otros casos y entre tantos, recuerdo cuando hace unos cuantos años conocí a un analista de sistemas. Y entre elucubraciones facilistas, uno cae en la fácil tentación de pensar cómo es posible que alguien acostumbrado a lidiar con los bytes, números binarios y programas lógicos, pueda escribir sobre la duda o la incertidumbre de la vida.
Con Lui me ocurriría lo mismo, si no fuera que conozco lo suficiente al ser humano escondido detrás del frío y lógico analista de sistemas. Y si bien es dable especular que la recientemente descubierta inspiración poética de nuestro amigo Lui, pueda deberse a la influencia del amor que le profesan los gigabytes, considerando su propensión a las grandes dimensiones, la realidad nos indica que la verdadera causa de su vocación literaria es su condición de persona cálida, divertida e inteligente, más allá de ser un excepcional padre y buen esposo. Cabe aclarar que el orden de estos adjetivos es subjetiva y podrán ser acomodados según el familiar se trate.
Pero todas esas características carecerían de valor, si no fuera porque están respaldadas por la mejor de todas las virtudes, como es la de ser un muy buen tipo. Porque convengamos que tipos hay muchos, pero los buenos escasean y es un verdadero placer, una agradable tranquilidad y un alto honor, saber que uno de esos buenos tipos es amigo.
Mi querido Lui, la vida cruzó nuestros rumbos y me alegra que así haya sido.
Espero que en lo que resta de ella, no los vuelva a paralelar, salvo cuando aminemos a la par, a tiro de palabra.
Pensar que te hacía mayor que yo.
En fin, ahora tengo motivos para reclamarte obediencia y poder decirte,
"Muchas felicidades mi querido amigo. Y es así porque lo digo yo, que soy más grande."
Besos en las cumpleañeras cachas
Berta o Bertonius
(como te gusta decirme)
Es así que cuando uno está poseído por este no tan extraño virus social, le sobrevienen pensamientos insólitos y hasta se diría que ridículos. En mi caso por ejemplo, me cuesta asociar a un proctólogo con el arte culinario. Esta tendencia mía a sacar falsas conclusiones, me lleva a concluir que ambos oficios no son compatibles, limitándole quizás, al pobre hombre, una genuina y legítima vocación. Es más, este prejuicio liviano y malicioso puede llegar al punto de hacerme perder la oportunidad de probar un exquisito manjar de su confección, por el simple hecho de suponerlo un profesional poco adepto a la necesaria higiene personal.
Ocurre lo mismo con un mecánico de Pompeya, a quien prejuzgo incapaz de resolver un intrincado apotegma renacentista sobre ética cristiana. La nimia ocurrencia de que me reciba con un ronco y cortante "Qué hacé mami?, me conduce a esta supuesta falacia.
Me surgen otros casos y entre tantos, recuerdo cuando hace unos cuantos años conocí a un analista de sistemas. Y entre elucubraciones facilistas, uno cae en la fácil tentación de pensar cómo es posible que alguien acostumbrado a lidiar con los bytes, números binarios y programas lógicos, pueda escribir sobre la duda o la incertidumbre de la vida.
Con Lui me ocurriría lo mismo, si no fuera que conozco lo suficiente al ser humano escondido detrás del frío y lógico analista de sistemas. Y si bien es dable especular que la recientemente descubierta inspiración poética de nuestro amigo Lui, pueda deberse a la influencia del amor que le profesan los gigabytes, considerando su propensión a las grandes dimensiones, la realidad nos indica que la verdadera causa de su vocación literaria es su condición de persona cálida, divertida e inteligente, más allá de ser un excepcional padre y buen esposo. Cabe aclarar que el orden de estos adjetivos es subjetiva y podrán ser acomodados según el familiar se trate.
Pero todas esas características carecerían de valor, si no fuera porque están respaldadas por la mejor de todas las virtudes, como es la de ser un muy buen tipo. Porque convengamos que tipos hay muchos, pero los buenos escasean y es un verdadero placer, una agradable tranquilidad y un alto honor, saber que uno de esos buenos tipos es amigo.
Mi querido Lui, la vida cruzó nuestros rumbos y me alegra que así haya sido.
Espero que en lo que resta de ella, no los vuelva a paralelar, salvo cuando aminemos a la par, a tiro de palabra.
Pensar que te hacía mayor que yo.
En fin, ahora tengo motivos para reclamarte obediencia y poder decirte,
"Muchas felicidades mi querido amigo. Y es así porque lo digo yo, que soy más grande."
Besos en las cumpleañeras cachas
Berta o Bertonius
(como te gusta decirme)
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